Hay gente dura. Mucha que cada mañana se levanta para comerse el mundo. Y lo hace. Son personas acostumbradas a la acción, a la velocidad; con una gran fortaleza que les permite hacer frente a casi todo lo que se les viene encima o, al menos, a intentarlo.
Otros se despiertan cada mañana desconcertados. Abren los ojos y se sienten fuera de lugar, superados por las circunstancias. Son esos a los que el mundo se les viene grande y se sienten incapaces de cumplir las expectativas puestas sobre ellos.
Lo maravilloso surge cuando personas de ambos tipos se juntan y son capaces de avanzar juntos. Cuando la simbiosis entre ellos les aproxima a un equilibrio que les aleja de muchas de las banalidades de este mundo para centrarse en aquéllo que deverdad importa.
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