sábado, 13 de febrero de 2010

La senda

Porque es una gran canción. Por todo lo que dice. Pero no sólo por lo que cuenta, que es muchísimo, sino por lo que significa para mí. Porque si las canciones suelen recordarme a algunas personas, ésta es la de un gran amigo y no sólo me recuerda a él (que mucho) sino también a los otros que con él han luchado tanto por mí y tanto me han ayudado.

Últimamente vivo con esta canción en la cabeza y ya que esto es mío y para mí debe aparecer.

Otro camino

Supongo que hay momentos en la vida en que la gente pierde el rumbo. La esperanza es que se pueda recuperar. Durante los últimos años he ido sintiendo que me iba alejando de ese tipo de persona que siempre había querido llegar a ser.

Supongo que por mi educación siempre he aspirado a ser buena persona, lo suficiente para no tener que reporcharme nada y estar satisfecho conmigo mismo. Y si durante cierto tiempo parecía que podría llegar a serlo ha sido por lo bien rodeado que he estado siempre. A mi alrededor se han ido colocando todo tipo de personas que podrían ser ejemplo para cualquiera.

Sin embargo, al final, como sucede en la vida de cualquier persona, ha ido quedando todo en mis manos y he ido dilapidando gran parte del camino que he recorrido.

El otro día jugaba un partido en la universidad, en las ligas universitarias. Jugábamos el primero contra el segundo (nosotros) del grupo y, aunque parece ser que por goalaverage ya no podíamos pasar, ganar habría estado bien. De todas formas, eso no es lo importante.

Mi forma física es la peor que recuerdo porque en los últimos meses he tenido poco tiempo y el ya poco deporte que hacía ha sido el primer damnificado. Durante los años que jugaba al fútbol me sacaron pocas amarillas, yo me convencía de que era porque con mi barba y apariencia de mayor y mi honestidad ante los árbitros, estos solían respetarme y agradecérmelo así. Sí, supongo que es tan ridículo e inocente como suena. Nunca tuve mucha picardía y me solía faltar un poco de mala leche.

Pese a ello, fui aprendiendo y conociendo diferentes formas de hacer faltas disimuladas y que no hiciesen daño, las famosas faltas tácticas. El caso es que hay una que suelo hacer (y más ahora que necesito una grúa para girarme) que consiste en obstruir la carrera y regate del que te encara con la pierna (el muslo) para que no pueda pasar. Con esto consigues no hacer daño a nadie y parar al rival de manera que, a veces, no puede verlo el árbitro. Si alguien puede hacerse daño, en general, eres tú si te clavan las rodillas en el muslo.

El otro día me la hicieron a mí y aunque por desgracia me hicieron un poco de daño, mi reacción fue lamentable. Me convertí por un instante en ese tipo de persona que he visto muchas veces en un campo y que juré no llegar nunca a ser. Me giré y me encaré con el chico que me hizo la falta (el más limpio y respetuoso del equipo contrario). No hice nada, no nos vayamos a asustar, pero sí que le grite en su cara un "¿qué **ño haces?" y empecé a soltar que me había ido a hacer daño. La imagen es peor de lo que suena.

Perdimos un partido bonito de jugar pero eso tampoco me importó tanto cómo darme cuenta que el desvío que he cogido en los últimos años es mucho peor de lo que pensaba. Supongo que puede que logre volver a donde quiero pero lo cierto es que últimamente me cuesta reconocerme y me he demostrado que estoy más perdido de lo que pensaba.

martes, 2 de febrero de 2010

¿Invicto?

Durante estos últimos meses he pasado el mayor periodo de tiempo que recuerdo sin ir al cine. He estado tan ocupado que he tenido que abandonar una de mis mayores aficciones. Por ahora sigo tan ocupado como hasta hace un mes pero, desgraciadamente en este caso, he recuperado ciertos momentos para poder ir a ver alguna película.

Lo más soprendente, pese a todo, es que aunque he estado mucho tiempo sin poder ir al cine tampoco me he perdido tantas películas indispensables. Tengo la impresión de que en el último año, o tal vez, en los últimos años, la calidad del séptimo arte ha disminuido enormemente.

Este domingo fui a ver "Invictus" y salí decepcionado. En este momento estoy leyendo la novela en que se basa la película y, sin ser un libro espectacular, creo que el filme no está a su altura.

Necesitaría otra entrada para comentar el libro del que ya tengo una serie de impresiones, pese no haber llegado a la mitad, pero voy a centrarme en lo que vi el domingo. Lo cierto es que lo que es una historia con enormes posibilidades para la gran pantalla se queda a medio camino de todo. Lo más destacable es la actuación de Morgan Freeman que, como siempre, está a un nivel altísimo. Pero el resto de actores dejan muchísimo que desear y no están a la altura. Matt Damon merecería un Óscar comparado con los demás y, desde luego, tampoco hace el papel de su vida.

Lo más triste es que da la impresión de que la peli está rodada con prisa, como queriendo emitirla cuanto antes. Es una lástima porque creo que si se hubiese pensado un poquito más y se le hubiese dedicado más tiempo para reflexionarla habría podido ser una película formidable. En muchos tramos el guión y la narración patinan y como espectador no puedes evitar mirar la hora de vez en cuando.

Tal vez mis expectativas fueran demasiado altas pero tras esto Clint Eastwood ha sido vencido por una historia que no ha sabido llevar y le ha quedado grande. La épica no es tal y la grandeza que se pretende transmitir de Mandela tampoco se alcanza. Por las últimas películas que recuerdo de Eastwood, el director me visitaba con condición de invicto pero incluso el Barça del año pasado perdió partidos.