Será la época. La finísima línea que separa la euforia de la desesperación. Y el tiempo. Tanto tiempo para que mi cabeza piense y piense. Y dude de todo, o casi todo. Al final siempre acabo aprovechando estos días para hacer esas reflexiones que aplazo desde hace tiempo y que quieren parecerse a las que años atrás acababan exponiéndose. Y son sólo incertidumbre. Es posible que la adolescencia me haya llegado tarde, a deshora y todo lo que en otro tiempo era tan fácil se haya convertido en montañas difíciles de escalar y las dudas que estaban antes ahí, ahí permanzcan pacientemente.
Una cantidad de cosas inimaginable y creciente aguardando, socarronamente, en ese rincón apartado al que sólo uno puede llegar, en el limbo de nuestro alma.... Aunque hay cosas que nunca cambian y que, gracias a Dios durante años y años, siempre están ahí.
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